Las fiestas de Navidad serán este año para muchos unas de las más tristes, con millones de personas obligadas a cancelar sus planes o a limitar las celebraciones este jueves, debido a las restricciones impuestas en numerosos países para luchar contra la propagación de la pandemia de coronavirus.
El coronavirus se ha cobrado la vida de más de 1,7 millones de personas en todo el mundo y los focos de contagios que siguen surgiendo recuerdan que, pese a la llegada de las primeras vacunas, la vida no volverá tan rápido a la normalidad.
Australia, que este año fue citada varias veces como ejemplo de buena gestión sanitaria, se enfrenta actualmente a un repunte de casos en el norte de Sídney, una ciudad cuyos habitantes solo podrán invitar a sus a casas a diez adultos para las fiestas. Y solo a cinco, si viven en «el epicentro» del foco de contagios.
Destruir el corona
La mayor parte de Europa, por su parte, se enfrente a uno de los inviernos más tristes, con un resurgimiento epidémico en varios países.
Alemania tuvo que anular sus famosos mercados de Navidad y el papa Francisco decidió adelantar dos horas la misa de medianoche en el Vaticano, para cumplir con las restricciones en Italia.
En Belén, lugar de nacimiento de Jesucristo según los cristianos, no habrá misa con público, ni cortejo de dirigentes palestinos, con el presidente Mahmud Abas como broche de oro, sino una misa de Navidad con la sola presencia del clero y que será televisada en todo el mundo.
Los últimos días antes de Navidad, la Capilla Santa Catalina, adyacente a la Basílica de la Natividad, fue reabierta para la población local.
«Esperamos que el Señor destruya el corona y que podamos recuperar nuestra vida de antes», declara Nicolas al Zoghbi, un hombre que dice tener «más de 70 años».
Pero para muchos, la Navidad será sinónimo de aislamiento, como durante la mayor parte de este año.
En Filipinas, algunos escogieron pasar las fiestas solos debido al riesgo de contraer el virus en el transporte público.
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