Los resultados del último conflicto social
Fernando Molina, periodista.
El último conflicto social ha sido un fracaso para sus organizadores por varias razones, que voy a mencionar a continuación.
-Para el MAS representó una derrota comunicacional muy seria: unificó otra vez a todos sus enemigos políticos y sociales en contra suya, como ya ocurría al principio de este gobierno, pero había dejado de pasar paulatinamente desde marzo. Entre ellos, alineó a los grandes medios de comunicación en una campaña feroz para derribarlo. Así, a partir de un hecho real, que los bloqueos perjudicaban o detenían la llegada de oxígeno a ciertas ciudades, se generó una apabullante percepción de estos bloqueos como acciones realizadas a posta para matar gente.
-Esta reacción, no prevista por los jefes del MAS (en parte porque estos no habían podido decidir completamente por su cuenta el inicio del conflicto, como veremos), seguramente va a producir un efecto electoral, al alejar a muchos de los simpatizantes “blandos” que le quedaban al partido izquierdista en las ciudades. Esta caída puede imposibilitar una victoria del MAS en las próximas elecciones, la cual ya resultaba difícil antes de este traspié.
-El conflicto también fue una derrota para los sindicatos, que no lograron nada, pese al esfuerzo realizado (gastos en medio de una grave crisis económica y contagios inevitables). La realización de las elecciones el 18 de octubre “sí o sí” ya había sido prometida por el Tribunal Electoral antes del comienzo de los bloqueos de carreteras y la ley que ratifica este compromiso la podía haber aprobado la Asamblea Legislativa en cualquier momento.
-Varios sectores de base presionaron para iniciar el conflicto porque estaban furiosos por los cambios en su vida y sus expectativas causados por la salida del MAS del poder. Esta ira seguramente limitó la capacidad de manejo del conflicto de los jefes del MAS; aunque también hay que decir que si Evo Morales quería el conflicto (y es muy probable que sí lo quiso), entonces no muchos de sus compañeros habrían podido oponerse, incluso si hubieran estado en contra de esta estrategia por verla claramente “suicida”.
Para estos sectores de base, el conflicto no solo no les permitió lograr nada, sino que terminó en traición, ya que sus dirigentes, presionados por el cambio de opinión de Evo, suspendieron las acciones rápidamente, sin tampoco tomar en cuenta sus demandas (como hacen todos en este periodo). La evolución de esta sensación no va ser positiva ni para los sindicatos ni para el MAS: normalmente conduce a la fragmentación y a la desmovilización crónica.
-Tan mal acabó el conflicto que sus organizadores ni siquiera negociaron cuál será su propia suerte y hoy están involucrados en diversos procesos judiciales por lo que hicieron. Tal es el peso de la voluntad de Morales sobre el movimiento indígena y popular boliviano, que los dirigentes masistas no tuvieron ni siquiera el reflejo de protegerse a sí mismos antes de obedecer la orden de retirada. Hoy los evistas más intensos les dicen a estos dirigentes que deben atenerse a las consecuencias, que tales son los gajes del oficio. No es la primera vez que Evo descuida a sus compañeros para poder lograr sus objetivos. La ley que supuestamente aprobará la Asamblea para proteger a los mandos sindicales no es más que una argucia para consolarlos, ya que una ley así no puede ser constitucional en ningún caso. Lo cierto es que la tranquilidad y la libertad de Juan Carlos Huarachi y otros importantes dirigentes ha quedado en manos del gobierno de Añez, que muy difícilmente será compasivo. La amenaza de un descabezamiento del movimiento sindical es inminente.
En suma, entrar a este conflicto fue una de las decisiones más disparatadas de la historia del movimiento obrero, indígena y popular boliviano. Para que pudiera ocurrir tuvo que producirse una compleja combinación de factores desafortunados: la rabia legítima pero poco estratégica de los de abajo, el evismo ciego de los de arriba, los errores de cálculo de Evo, que hasta ahora no ha llegado a aceptar que el país vive en una situación parecida a la que había cuando él comenzaba como dirigente sindical, en los 80 (con un enorme desprestigio de la izquierda), y no la que había a finales de los 90, cuando arrancó su imparable ascenso hacia el poder.
Nada de esto debe sorprendernos. Como dice Fernando García, haciendo una comparación oportuna con lo sucedido después del fracaso de la UDP, son tiempos de derrota de la izquierda y son tiempos de reacción social. Ahora bien, una derrota histórica nunca se produce de un solo golpe. Siempre consiste en una serie de eventos encadenados. En un contexto reaccionario, para la izquierda los errores son muy fáciles de cometer y cuestan mucho. Mientras más tarde Morales y su gente en admitirlo y adecuarse, peor será para ellos.
El consuelo electoralista en el que hoy está sumido el MAS es francamente evasivo. Las elecciones no resolverán muchos dilemas actuales ni disiparán muchas amenazas que acechan a este partido. Peor aún si este las llegara a ganar.
PS. Releo y faltan varios elementos: a) El Alto. ¿Estuvo realmente en los bloqueos o hizo un acompañamiento menos comprometido? Si es lo segundo, como me parece, ¿se ha desestructurado el MAS en El Alto? ¿En ese caso, hay una radicalización indianista o más bien un fortalecimiento de Chapetón entre los alteños? b) Felipe Quispe: una figura, pero no es dirigente y mientras no vuelva a serlo, no tendrá convocatoria real, quizá ni pisada en los sindicatos. No creo que no haya ido al Cabildo de El Alto por razones de seguridad sino porque podía haber tenido problemas con los dirigentes. Se identifican con él los intelectuales aymaras, por su indianismo y por su simultáneo antimasismo. Pero las masas aymaras no están allí. No sé dónde están, quizá en la pura rabia (protestaron contra el acuerdo pero suspendieron los bloqueos), pero creo que siguen estando más cerca del MAS que del indianismo radical.
Bolivia, agosto del 2020